El crecimiento de River, desde aquel primer capitulo de la historia escrito a comienzos del siglo, fue permanente. Crecían los sueños de grandeza, crecía el número y la pasión de sus hinchas, crecía su poderío futbolistico. En el 20 se festejó el primer campeonáto de la era amateur. En el 31, cuando el fútbol pasó a ser profesional, quedó para siempre el apodo de "Los Millonarios" por la fabulosa cifra pagada (Diez Mil pesos de ese entonces, un dineral) para ganarle la pulseada a Boca y contratar a Carlos Peucelle, un polifuncional jugador de Sportivo Buenos Aires. En el 32, ya con Bernabé Ferreyra rompiendo las redes rivales, saboreó el primer titulo de sus obtenciones. El "Boom" Bernabé (El hombre que revoluciono el futbol Argentino) hizo que las ganas por ver a ese equipo imparable se multiplicaran domingo a domingo.

Capacidad El Monumental Tenía una capacidad de 100.000 personas pero para el mundial '78 fue remode- lado y desde entonces tiene una capacidad Maxima de 85.000 personas.

La vieja cancha de avenida Alvear y Tagle (River jugaba alli desde 1923) ya quedaba chica para tanto "fervor popular".

La mudanza desde la Boca al norte de la ciudad, para recalar en Alvear y Tagle, había sido un gran paso para la época. Pero en aquellos años 30 era imprescindible dar uno "gigantesco" para acceder a otro escenario más grande, más moderno, más acorde con las pretensiones de un club en expansión. Para semejante aventura se necesitaba "un visionario". Y ese visionario fue Antonio Vespucio Liberti, un hijo de genoveses de personalidad avasallante que comenzó llevándole la valija a los jugadores que eran sus ídolos, que hizo toda la carrera de dirigente desde el lugar más pequeño y que llegó a presidente de River (lo que fue durante cuatro periodos) para llevar adelante una conducción con copyright.

	Vista Aerea del Monumental con fondo del Rio de la plata. En esa imagen se puede apreciar bien la dimension de los terrenos ganados al Rio y su cercania. Tambien se puede observar las canchas auxiliares del club, canchas de tennis, campo deportivo y toda la infraestructura del Club Atletico.

Liberti tenía un sueño: hacer el estadio que River se merecía, según sentenciaba. Y el 31 de Octubre de 1934, "contra viento y marea", se firmó el boleto de compra de los terrenos (83.950 metros cuadrados, 35.000 de ellos cedidos por la Municipalidad) en Nuñez, donde se iba a levantar el nuevo estadio. Por esas tierras se pagaron 569.403 pesos. "Pensar que el predio de Dársena Sud (La primera canchita) nos costó un peso con cincuenta centavos del estampillado fiscal, que ni siquiera pagamos", se asombraba Leopoldo Bard.

Lo menos que le dijieron a Liberti fue irresponsable. Porque el lugar, a orillas del río, era despreciado. La escenografía mostraba baldíos inacabables, toneladas de basura, batallones de linyeras y perros vagabundos. Nadie quería esa zona marginal, salvo don antonio. El 25 de Mayo coloco la piedra fundamental. El 1º de diciembre de ese mismo año se aprobaron los planos en comisión directiva. Se logró un préstamo del gobierno de 2.500.000 pesos. Y el 27 de septiembre de 1936 se puso en marcha la obra, dirigida por los arquitectos José Aslan y Héctor Ezcurra. "La quimera ya dejaba de ser quimera".

Dios no me dio la suerte de tener hijos; ese lugar lo ocupa River; solía decir Antonio Vespucio Liberti, sintetizando con la más absoluta fidelidad lo que significaba en su vida ese club, esos colores, ese sentimiento. Empezó llevándole la valija a los jugadores que admiraba. Quiso ser dirigente y no lo dejaron: era menor de edad. Su paciencia y su vocación pudieron mas: arrancó de abajo, bien de abajo, en la carrera que al cabo lo iba a llevar a ocupar el despacho presidencial por más de dos décadas. Trabajó en las comisiones más pequeñas, después logró un lugar en la Directiva, más tarde en la Subcomisión de fútbol. Pero llegó a lo que quería: conducir a River. Con dedicación exclusiva, con personalidad avasallan te, con autoridad, con inacabables proyectos. Postergó sus negocios -manejó una fortuna y murió en la pobreza, con la sola compañía de su mujer-, postergó también a la familia y a los placeres. Todo lo suyo era River exclusivamente River

Y ese hombre, discutido como todos los que producen incesantemente, al que se lo veneró, al que se le imputaron errores y se le efectuaron reproches, ese hombre tenía un gran sueño entre todos sus sueños: construir el estadio que River -según él y según el poderío institucional que crecía y crecía- merecía. ¿Qué no le dijeron a ese hijo de genoveses y dueño de un carisma atrapante? Desde delirante hasta irresponsable, pasando por los más variados calificativos. Algunos, los que se encolumnaban irrenunciablemente a su lado, lo tildaron de visionario. Eso, justamente, fue Antonio Liberti: un visionario

Presiosa imagen por dentro del estadio vacio.